Granollers nació y ha crecido en torno a un cruce de caminos. Esta situación en un lugar de paso se ha convertido en un rasgo que ha definido el carácter de la ciudad, con un mercado documentado ya en el siglo XI. La Porxada, antigua lonja de grano construida a final del siglo XVI, queda como testigo de su importancia comercial y se ha convertido también en el símbolo de esta ciudad abierta.
Nuevas vías de comunicación, como el nuevo trazado de la carretera de Barcelona a Vic de 1848 y la llegada de las dos líneas de ferrocarril (1854 y 1876) hicieron posible la transformación de la actividad económica de la ciudad a partir del último tercio del siglo XIX. La industria, especialmente textil y metalúrgica, fue adquiriendo un peso importante y cambió la fisonomía de la ciudad.
El crecimiento urbanístico, demográfico y económico iniciado en los últimos años de siglo XIX continuó durante el primer tercio del siglo XX. El año 1920, en Granollers vivían poco más de nueve mil personas. En 1930 la ciudad tenía 12.699 habitantes y en 1936, la población había crecido hasta 14.381 habitantes, cifra que aumentó durante la guerra debido a la presencia de un número importante de refugiados y evacuados.
Granollers era una ciudad con una vida social y cultural muy dinámica. El importante tejido asociativo de Granollers se organizaba alrededor del Centro Católico, de La Unión Liberal y del Casino. Un dinamismo al cual contribuyó el gran número de publicaciones locales existentes, nacidas a finales del siglo XIX.
Durante la Segunda República, la ciudad vivió el proceso de cambio social y político que se produjo en todo el País. Cambios de nombres de calles y plazas y un intento bien decidido de laicizar la vida colectiva, llenaban las primeras propuestas que pedían cambios rápidos y visibles.
Los Hechos de Octubre de 1934 se vivieron con especial virulencia. Aparte de los hechos iniciales del día 6, la resistencia en Granollers se prolongó hasta dos días después. El ejército ocupó la ciudad hasta el día 17. Se detuvieron unas ochenta personas en la comarca, treinta y cinco de las cuales eran de Granollers. El país quedó sometido al estado de guerra hasta el mes de abril de 1935.
Entre finales de 1934 y febrero de 1936, se vivieron tiempos de control político y social. Con el triunfo de las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936 se reanudó el proceso de reforma que había iniciado el gobierno republicano, que tuvo una respuesta radical de los sectores derechistas.
Todo se rompió en julio de 1936. El levantamiento militar contra la República significó una nueva conmoción en la vida de la ciudad. Una espiral de violencia manchó de sangre y fuego Granollers y el conflicto revolucionario y bélico de 1936-1939 transformó radicalmente la vida granollerense.
Los cambios revolucionarios, las movilizaciones, las colectivizaciones, la llegada de refugiados, las dificultades para proveerse de alimentos, la necesidad de nuevas viviendas, los daños en los inmuebles producidos por el bombardeo y, sobre todo, el coste humano de la guerra, marcaron profundamente la vida de aquel período.